Wednesday, December 03, 2008
La Casa del Deportista
Con la demolición de la Casa del Deportista construida en 1968, el llamado centro comercial de Iquique, empieza definitivamente a perder su fisonomía cultural.
Aunque a decir verdad, ese monstruo de hormigón armado no representaba en nada el estilo iquiqueño de construir. Sin embargo, esa gran mole, fea por cierto, tuvo su encanto y su belleza en el uso que se le dio. Fue como dicen los comentarista un “coliseo deportivo con un largo historial”. Fue el producto de una larga lucha en plena época de las banderas negras. Demolidos el “Garden Ring” y el “Castro Ramos”, el deporte se empezó a quedar huérfano de recintos deportivos. La Casa del Deportista fue el albergue y la nueva referencia. Su historia resume en buena parte la historia social, cultural y deportiva de la “Tierra de Campeones”.
Fue una obra de progreso para su época. Más aún si se hizo en pleno centro, lo que venía a respaldar la intensa actividad deportiva de esos tiempos. Demolida la Ilustre Municipalidad y en pocos días más la Casa del Deportista, uno se pregunta que se irá a construir allí. Se habla de un mall. En diagonal, la tienda La Ideal, el gran referente de la vida comercial iquiqueña, dio paso a una fealdad de vidrio que no se compadece en nada con nuestro patrimonio arquitectónico. Y los ejemplo suman y siguen. De allí que sea legítima la pregunta y urgente la respuesta acerca de lo que allí se va a construir, cómo y qué diseño va a tener. Me atrevo a decir que la Plaza Condell y el puesto de revista de Manuel González, la tienda La Riviera y La Francesa por la calle Serrano son los emblemas de un Iquique tradicional. Esos negocios viven rodeados por el mal gusto en cuanto a construcción se refiere.
Cuando se presentó en público el proyecto de la restauración de las casas donde funcionó la Universidad del Norte, sede Iquique, nos alegramos, ya que por fin se valoraba el patrimonio arquitectónico. En esa perspectiva la Compañía Minera doña Inés de Collahuasi ha entendido el sentir de la comunidad iquiqueña al embarcarse en ese proyecto.
Construir un edificio en Tarapacá con Vivar donde majestuoso e inútilmente vivió el único semáforo que hubo en Iquique, es una tremenda responsabilidad. Construir es intervenir un espacio público que tiene demasiada historia. La vieja Recova iquiqueña y la Casa del Deportista ocuparon esos espacios donde se desarrolló lo mejor de la vida cotidiana de nuestros padres y abuelos.
La empresa que construya tiene una gran responsabilidad histórica y estética. Se debe armonizar con lo que hay y con lo que vendrá. El rol de los organismos fiscalizadores y competentes es de vital importancia, para así generar una identidad de este sector. Lo que menos debe hacerse es crear un híbrido donde la armonía no esté presente. Nadie pide que se construya de madera. Pero, si tenemos el legítimo derecho, por ser un espacio público y ciudadano, de exigir un tipo de construcción donde intervenga el buen gusto, la historia y el futuro entre otros aspectos.
Una pregunta y una petición para don Adrián Rivas, presidente del Consejo Local de Deportes ¿Qué pasará con las pinturas del Tani y Godoy?. Y la pedida es: me podrá regalar el letrero del sponsor más tradicional de Iquique: Fuente de Soda “El Dándalo”. Gracias.
Ultima pelea de la noche
Con sendas veladas boxeriles que se llevaron a cabo el 9 y 10 de marzo, la extensa familia del box, despidió a la Casa del Deportista. Lo del viernes fue un ajuste de cuenta con el pasado. La estética y el rigor de los años 50 estuvieron presentes como dicta el bolero “Parece que fue ayer”. Era el cielo estrellado con tantos campeones de Chile comulgando con la nostalgia. Tuve la suerte de conocer en vivo a Guillermo Vicuña Cisternas (lo conocía por la revista Estadio) y a Juan “Chucheta” Díaz, alternar con el “Oso” Manque, abrazar a Mario Gárate, palmotear al “Yoma” Guerrero, dialogar con Rafael Prieto, bromear con el gran Joaquín Cubillos, darle la mano al “Chita” Silva, y sobre todo admirar una vez más a “Maravilla” Prieto. Lo del viernes, insisto fue un ejercicio de nostalgia. Fue cultivar el jardín de la memoria, añorando un Iquique deportivo que encontró en el box su mejor carta de presentación.
La Casa del Deportista, fue el mejor referente deportivo que tuvo Iquique. Y lo fue no sólo del deporte, sino que también de lo social, cultural y político. La vida social del puerto hallaba en este recinto de hormigón armado su mejor caja de resonancia. Escenario de shows musicales como el que protagonizó Salvatore Adamo, la actuación del Circo de Praga, la memorable pelea de “Maravilla” Prieto con Raúl Astorga, hasta el histórico partido de básquetbol que protagonizó el comandante Fidel Castro, vistiendo la camiseta del Iquitados (aunque mejor le hubiera sentado la La Cruz), pero en fin. Sin embargo, también tuvo días oscuros, como aquel 5 de noviembre de 1966 cuando se clausura por insalubre.
Fueron famosos sus personajes. Arturo Carreño, el más querido de todos que animó con su sentido de humor las noches del deporte. O aquel cuidador que cariñosamente le decíamos “El Monje Loco” por su parecido a la caricatura de la revista mexicana. Las noches del básquetbol de verano fueron clásicas. Inolvidable la barra de La Cruz que animó a los crucianos, con canciones y talla de la mano del Tony y la “Oveja, el “Loco” Miguel y tantos otros. Fue la mejor barra, la mejor organizada que movilizaba a la Plaza Arica para animar al “Mario Olivares” o al “Santiago White”.
Sin duda, la Casa del Deportista fue el escenario del box. Y para ello fue construida gracias a la labor del Dr Raúl Sierralta y otros tantos dirigentes. Allí los peloduros tejieron sus sueños de campeones de Chile, lo mínimo a lo que podían aspirar.
El box estuvo asociado a la Banda del Litro, otra referencia indiscutible de esta actividad. Por ello, la noche del sábado fue reconocida por la Asociación Centro que, además venció con holgura a los peruanos. Pero, el estética del box está incompleta sin refererirse a los personajes que desde la galería resumen la pelea en un par de frases. “Chambeco” fue uno de ellos, y quizás el mejor. En la época del box estudiantil el “Rubio Gómez” fue el cronista de la talla. Como aquella que me contó el campeón latinoamericano Guillermo Vicuña Cisternas. Se enfrentaba el “Tuerto” Astudillo con el “Tuerto” Sánchez, el árbitro era el “Tuerto” Tapia. Era tan mala la pelea, que desde la galucha alguien gritó: “Chucha, la pelea pa’ tuerta”. Con la tallas del box, hay para escribir un libro. El sábado, la anécdota corrió por cuenta del locutor, quien anunció el enfrentamiento entre iquiqueños y peruanos y que para evitar groserías al interpretarse los himnos nacionales, le pedía al público ponerse de pie, para cantar el... “Himno a Iquique”. Después la canción del adiós y fuera los seconds.
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