El año 1952 se edita por primera vez la novela de Volodia Teitelboim “Hijo del Salitre”. Catalogada bajo el rótulo de novela social, el Premio Nacional de Literatura relata la masacre ocurrida el 21 de diciembre de 1907 en nuestra ciudad.
Pone en el centro del relato a Elías Lafertte, quien presenció la matanza siendo muy joven. “Hijo del Salitre” es de alguna manera la historia novelada de parte importante de la vida de ese dirigente comunista. Digo parte importante, ya que producto de ese genocidio, el joven Elías abrazará la causa del proletariado, ingresando al Partido Comunista. Su encuentro con el “Maestro”, Luis Emilio Recabarren le abrirá las puertas para ingresar a las luchas sociales de nuestro país. Tiene cuatro capítulos: La Aspera Mañana, Vamos al Puerto, Sábado Negro y El Canto a la Pampa.
Volodia gracias a las informaciones que le da Elías Lafertee reconstruye de un modo bastante apegado a la realidad, las condiciones de existencia de la pampa y de Iquique. La vida en Huantajaya y en la Oficina Ramírez, entre otras, son narrada de un modo creíble, alejado de la maqueta y del clisé.
La narración del autor de esta novela hay que entenderla desde la posición de Volodia. El es comunista y por lo tanto, cuestiona la opción de los dirigentes de la huelga del 1907. “No es nuestro camino” dice, en alusión al pensamiento anarquista que profesa Brigs. Entre otros.
Reconstruye el ambiente que vivía la ciudad de Iquique en los días de la huelga. Las tensiones entre los dirigentes y las autoridades, los temores de la aristocracia salitrera y la prepotencia del abogado Viera-Gallo. La vida del comercio en los alrededores de la Plaza Montt y las tertulias en el Club Inglés son contadas con gran naturalismo.
El momento culminante de la novela, el de la matanza del 21 de diciembre, el diálogo entre el general Roberto Silva Renard y sus ayudante, son descritos sin caer ni en la cursilería y menos aún en la caricatura. Un escalofrío recorre el cuerpo cuando las ametralladoras y luego las bayonetas le van quitando la vida a los inocentes.
Cae sin embargo en los tópicos que cae casi toda la novela obrera. Construye caricatura de los bolivianos (¿aymaras?) y de los obreros que pertenecen a los bailes religiosos. Es comprensible, es la época en que la religión es considera como un opio del pueblo, y en la que los indios son tipificados, como esencialmente conservadores.
Lo anterior, sin embargo, no le resta méritos a esta obra. Si en esa época su lectura fue necesaria, hoy lo es más aún. Mantiene la frescura y la vigencia. Ante el silencio de la historia, la novela de Volodia Teitelboim se constituyó en una pieza que narraba lo que la tradición oral se empecinaba en contar. Una novela épica sobre un hecho que no debemos nunca más olvidar. La portada de Pedro Lobos, una joyita. A la construcción de memoriales se le debe sumar la lectura de esta pieza literaria.
Wednesday, December 03, 2008
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