Saturday, December 06, 2008

Adamo

Adamo, Salvatore cantó en Ripley allá por la década de los 60. Me corrijo, lo hizo en la Casa del Deportista, y mirando hacia el Mercado Municipal. Los iquiqueños cantaron “Un mechón de tus cabellos” y “La Noche” que pareció haberse inspirado en las nuestras que se iluminaban en el Camino, pasaban por el Ragú, no sin antes extrañar al Ludimar y que desembocaban donde Julio Prieto. Este itinerario, no era por cierto, del todo correcto. Algunos, estacionaban sus deseos en otros bares y otras esquinas. La ruta del placer era entonces más pequeña. En las páginas de los diarios locales no había espacio para los 09 de los placeres a la carta y a domicilio.

Mi prima Gloria tuvo la doble fortuna de estar en Ripley escuchando al italo-belga. Digo doble fortuna, porque Juan, su compañero de toda la vida la acompañó y cantó “y mis manos en tu cintura, pero mirame con dulzol...”. Adamo parecía responderle “porque tendrás la fortuna, de ser (tu) mi mejor canción”. Entonces eramos chicos y Adamo era solamente una música de fondo. Años después este cantor que según la Miriam “no aburre nunca”, habría de ayudarnos a modelarnos las nostalgias. La noche de Adamo, se impregnó de nuestro olor tan identitario como lo fue el de la harina de pescado. Nos motivó cierta rebeldía: “Cansado ya de aguantar a Papá...”.

El acento de Adamo nos recordaba al de los curas que habitaban en El Colorado o en la Plaza Arica como el padre Esteban que en vez de decir “cantemos todos” decía “Cantemos toros”. Huelga decir como el barrio imitaba el sonido de estos animales. Pero volvamos a Adamo que hoy está de moda. Se editaron cuarenta de sus canciones, de las cuales sólo veinte nos erizan la piel, ya que nos transportan al territorio feliz de la niñez y de la adolescencia, cuya música nos llegaba sin coreografía ni clips. Salía limpia la voz por las tres Am que habían y que radio Hergatur del Mercado de vez en cuando emitía también.

Adamo es, como se dice ahora un icono que el Mercado con su mano invisible, ha reinstalado en el imaginario popular y musical. La globalización ha despertado no sólo las identidades, sino que también la nostalgia que suele ser su mejor aliado. No en vano en el Puerto Mayor, hay dos radioemisoras que cultivan los recuerdos como en los mejores tiempos del tango y del bolero. Sólo falta que se edite la revista Ritmo, el Clan Juvenil, y que el Cine Amor vuelva a impresionarnos con sus historias de amor, que los New Demons y Los Angelos vuelvan a cantarnos, y que los grupos de rocks iquiqueños graben su tributo a Lalo Espejo y sus boys, tan nuestros como necesarios.

Adamo, el italo-belga que cantó en Ripley, hubo de desconcentrarse cada vez que el olor a hot-dog salía del Café O’ Estadio, en ese entonces uno de los mejores de la ciudad, tanto el local como los completos como le llaman hoy. De tarde en tarde escucho a Adamo y termino cantando “con ilusión castillos levanté, los vi caer perdí la fe”. Se adelantaba el hombre a los años duros que pronto tendríamos que vivir. Nos fuimos en Bandolera.

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