Saturday, December 13, 2008

Cambalache

El poeta argentino Santos Discepolo definió mejor que nadie este siglo que expira. Agudo e irónico supo en un sencillo poema-tango “Cambalache”, escrito en 1935, radiografiar estos últimos cien años.

Autor de más de cien poemas hechos canciones, nos entregó en Cambalache, el retrato hablado de este siglo “problemático y febril” y del sujeto que lo encarna, el autoproclamado hombre moderno, “autónomo y racional”, dueño de su destino, independiente de los dioses, adicto al progreso y dueño del universo. Ese que construyó el mundo a imagen y semejanza, no del ideal surgido en el siglo XVIII, sino de aquel verso “el sueño de la razón produce monstruos”.

“Da lo mismo un burro que un gran profesor” afirma con rabia, Santos Discepolo, desafiando la autoridad del saber casi en una actitud posmoderna. El equivalente, está sin embargo, en la actitud ética. El primero carece de ella, por su propia naturaleza, mientras que el segundo la perdió en la contingencia del diario vivir.

Enrique Santos Discepolo nos deja el sabor amargo del ritmo porteño, tan bien definido por Sábato: “El tango es un sentimiento triste que se baila”. Ya lo dijimos, en este autor encontramos las mejores crónicas de este siglo y del hombre y de la mujer que lo habitan. Escepticismo, rabia, nihilismo, abandono, desgracia, instrumentalidad en las relaciones sociales (“el que no llora no mama, y el que no afana es un gil”), todos componentes de estos cien años que prometían mucho más de lo que hemos visto.

El talento de Santos Discepolo desplegado en tangos y milongas, en amores y desamores, en triunfos y derrotas, nos permiten aproximarnos a la dinámica del siglo veinte, repletos de cambalaches, del mundo al revés: la mentira aparece como verdad; la apariencia como realidad, y sobre todo la moral regida por la mano invisible del mercado. No en vano la queja es evidente: “que a nadie importa si naciste honrao”. La conclusión es digna de Nietzsche: “pero que el siglo veinte es un despliegue/de malda insolente/ ya no hay quien lo niegue”. ¡Tan tan!

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