La Rafaella Carrá nos hizo bailar en la década de los 80, al ritmo de esa canción cliché que decía que para hacer bien el amor hay que venir al sur. Y lo decía suelta de cuerpo, como si supiera que aquello era cierto. A mi la Rafaella, me recuerda al Dino’s Pizza, un local que estuvo frente al regimiento por la Avenida Balmaceda, y que tenía la gracia que las pizzas se podían comer en el auto, que no era mío por cierto. La otra virtud que tuvo es que una noche cualquiera, el fuego lo consumió como quien consumía esas apetitosas pizzas. Para entonces ese bocado hecho en Italia, pero condimentado en Iquique, no gozaba de la masividad que tiene hoy. Menos de esa entrega a domicilio que los estudiantes universitarios reparten, arriba de una moto con motor de licuadora. (¿Alguien se acuerdo del autocine?). Pero volvamos a la Rafaella.
De alguna manera fue la imagen de un destape que nunca llegó. Dueña de una silueta precisa y de una gracia perfecta, la italiana acompañada de su cuerpo de baile, nos sorprendió con sus finos movimientos y con una energía que nos dejaba con la boca abierta. Además cantaba. Y no lo hacía mal. Hay que recordar que la TV eran sólo dos o tres canales y que Telenorte no participaba de ese circuito. Y para qué, si teníamos al Payaso Pippo y sus personajes como el chino Chol Huán, entre otros. Hoy cuando la TV retransmite esos programas, la vergüenza toma forma de sonrisa. No se si de ingenuidad o de sarcasmo. O la mezcla de ambos. Sin embargo, hay que tener cuidado ya que hombres tan disímiles en ética y talento, se embobaron de la italiana que en el Festival de Viña del Mar del 82, se robó la película. Se trata de Umberto Eco y de Raúl Hasbún. Como para creer que en el cuerpo de esta mujer se eliminaba la lucha de clases.
La Rafaella encarnó muchas de las fantasías sexuales de una población reprimida como la nuestra. Estamos en los 80 no se olviden. Chile había hecho el papelón en el Mundial de España y el dólar de los $ 38 no aguantó más. En Iquique, la Zofri, nos deslumbraba con sus baratijas. Mientras que el olor a harina de pescado nos recordaba que aún seguíamos pegados en los años 70. Los tripulantes y los usuarios eran los dueños de la ciudad. Los primeros, donde Julio Prieto, bailaban “Fiesta” (Fiesta que fantástica esta fiesta, entre amigos y sin ti) y los segundos, bailaban la misma canción pero en el san Remo o en la Faro’s. que en ese tiempo estaba al lado del Cine Délfico. Por Gorostiaga había un clandestino que se hacía llamar “El Sinatra” donde la Carrá, sentó también soberanía. La geopolítica del placer de esos años, era ya variada. El Balkie contaba sus últimas horas. Sus fantasmas comen wantán en el chifa que hoy lo reemplaza.
Como aconseja la tradición, una humilde mujer, prisionera de sus desvaríos, fue bautizada por el implacable humor popular como “La Carrá”. Hoy que está de moda la nostalgia, señal de que anda algo mal con nuestro futuro, escuchar a la Rafaella es abrir un hueco en la máquina del tiempo, e instalarse en un Iquique que transitaba como la música la diva, de la caleta al mall. A ese tránsito la Carrá le puso sus caderas.
Saturday, December 06, 2008
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment