Friday, August 19, 2005

Hablar en iquiqueño

Somos también -o mejor dicho fuimos- una determinada forma de hablar. Usábamos palabras que venían de otras latitudes, pero las adecuamos a nuestro léxico, hasta el extremo de creerlas propias. Y lo son, tanto como lo es el Cerro Esmeralda o la balsa que ya no existe en Cavancha.

Lo que sucedió es que iquiqueñizamos las miles de palabras que el migrante trajo a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Hicimos una kalapurka entre las palabras andinas -quechuas y aymaras- el inglés, el francés, el chino, el alemán y construimos un sabroso plato de palabras que parecían revitalizarse cada vez que las soltamos al viento. Eramos de una u otra manera, las palabras que pronunciamos. El salitre nos abonó nuestra forma de hablar, tal como lo hizo el guano.

Y ahí están de boca en boca, pero de nuestros mayores. De aquellos que más que hombres y mujeres son la memoria de este Puerto que supo vencer nada más y nada menos, que al olvido, soportando el ocaso tenaz que venía de Santiago. Entonen el himno a Iquique de Polanco y Caqueo y me encontrarán razón.

Eramos elegantes con el paletó azul que la sastrería London de Iván Vera-Pinto Téllez, confeccionaba en la calle Baquedano. Era tal la elegancia de los profesores de ese entonces que por lo mismo le decían Chute. El Chute Cavieres además de su elegancia fue campeón de Chile. Hubo un chute elegantísimo - and for ever young- que se llama Godofredo Morales, y que fue bautizado como Falabella, antes que esta multinacional llegara a Iquique.

Mi padre se enfadaba con los krumiros, cuando éstos echaban a perder la huelga de los ferroviarios. De allí que propusiera que deberían parar las chalas. Mucha gente estiraba el charqui con esas actitudes. En las tardes del domingo -fomingo dicen algunos- cuando la lata se ponía como se pone el care gallo, los iquiqueños iban a la Plaza Prat a solazarse con la tremenda champa que lucía la rubia Amanda. Entonces su cabellera era la imagen pura del Shampoo Sinalca. El champa Aguirre era el más conspicuo de los peregrinos que se paseaba por esa Plaza llena de arboles y sin autos bajo nuestras medias suelas. Charqui y champa eran palabras quechuas que usábamos antes que existiera la Conadi, y las ONGs dedicadas al rubro.

Y que decir del piquichuqui que la heladería Stanka, en pleno invierno iquiqueño (si es que había esa estación, porque hasta el clima ha cambiado, dicen), fabricaba de un modo artesanal. La sed la saciábamos no con agua mineral, sino con Chuzmiza. Hay un abogado iquiqueño que en plena capital, pide suelto de cuerpo, que le traigan una Chuzmiza. Los mozos no entendían nada. El, como mucho de nosotros creía que el mundo se sintetizaba en Iquique.

Ahora hemos integrado otras palabras. Nos arropamos con otras pieles para no andar calatos. En una de esas se nos tercia Juan Valdivia sonriendo con esos bigotes amables. Me dice Juanito: nos estamos quedando atrás, pero nunca como para llegar chupa. Para llegar a donde queremos llegar hay que correr a todo chancho o a todo full. Lo que no quiere decir que chancho en inglés sea full. Y que Iquique sea Miami.

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