Thursday, December 22, 2005
La pesadilla de Recabarren: el abrazo de Soria y Piñera
La decisión del alcalde Soria de apoyar la candidatura del empresario de la derecha Sebastián Piñera ha encendido aún más el clima en el caluroso Iquique. Grupos de obreros portuarios, los más movilizados de los trabajadores iquiqueños lanzaron huevos en contra de la casa del edil. Nunca antes, en una ciudad religiosa y popular, la palabra traición había sonado con tanta fuerza. En el mundo cotidiano, aquel que se nos muestra cuando viajamos en colectivo, la política, vive sus peores momentos. El divorcio de la ética con la política recibió su consagración. Nunca antes la frase “el fin justifica los medios” había sido tan elocuente.
¿Pero de qué se sorprende la gente si la conducta política del “Choro” se ha caracterizado por el erratismo y la búsqueda de sus propias conveniencias, que hábilmente las disfraza como si fueran de la ciudad (y ahora usa la palabra provincia, pensando tal vez en ser senador)?
No hay que ser ingenuo. Hace mucho tiempo que Soria dejó de ser un hombre confiable politícamente. La única lealtad que Soria profesa es hacia a su familia. Lo demás es moverse a engaño. Y Piñera si no lo sabe hoy, lo sabrá mañana. El Partido de Acción Regionalista, no es más que una familia extendida, en la que el cacique controla todo. Su diputa electa Marta Isasi declaró a la prensa “El alcalde Soria nunca se equivoca” (La Estrella de Iquique, 21 de diciembre de 2005, p A-4). Se retrata de cuerpo entero.
La obsesión del líder populista (tránsfuga político, o para ser más suaves, turista de la política) es la historia. La quiere cambiar. Y para explicar sus decisiones como la de apoyar a la derecha que apoyó a Pinochet, que a él mismo lo encerró en Pisagua y luego lo relegó a Mulchén, asesinó sus compañeros y torturó a más de un amigo, es afirmar “mañana cambiaremos la historia de Chile, de la Primera Región y de Iquique” (La Estrella de Iquique, 21 de diciembre de 2005, p A-3). Para el alcalde populista la palabra historia es un amuleto.
La historia para él es mirar hacia el futuro, olvidando que el pasado es parte importante de la vida. De allí viene la ética. Esa que suponemos aprendió de su hogar masónico y católico, esa que le transmitió Fidel Castro, Salvador Allende y Freddy Taberna. Esa ética bañada por la sangre de los muchos y muchas que creyeron en él. Esta ética hoy la transa por el Hito 60. Y la negocia con uno de aquellos que desde la vereda del frente, se enriquecía y con su silencio, apoyaba a la dictadura.
¿Pero por qué apoyar a Piñera sabiendo que la Bachelet va a ganar? Esa pregunta racional tiene un respuesta, sin embargo, no racional. Soria odia a la Concertación. Y ese odio lo ayudó a provocar el mismo conglomerado cuando el año 1989, obstaculizó su camino al Senado, presentando a Aníbal Palma. Desde ese tiempo hasta ahora el “loco” ha ido cambiando de tienda política, pero todo dentro del mundo de la izquierda.
El sociólogo Víctor Guerrero afirma que el electorado de Soria no es un todo homogéneo. Está compuesto, prosigue, por tres vertientes. Los cercanos, que constituyen su centro de confianza y que componen el equipo municipal, desde Ernesto Lo hasta el más humilde funcionario municipal. Fuera de ese entorno, están los soristas de izquierda, y por último el pueblo sorista. Los primeros y los últimos votarán por Piñera. Más aún, los últimos que no me cabe la menor duda votaron por Lavín. Soria y Lavín consumen esa misma votación. El común denominador de ambos es el populismo. Nos preguntamos si gente de izquierda como Ernesto Lo, Adolfo Vargas votarán por Piñera. Espero que no.
Habría que preguntarse como va a reaccionar la Concertación a través del diputado Rossi y del senador Flores. Hay que recordar que al finalizar cada elección, los electos, en este caso los ya nombrados, además de concejales de gobierno anuncian que “ahora sí que terminamos con Soria” en alusión a la posibilidad de emprender acciones legales tendientes a destituirlo. Pero no pasa nada. Y esto obedece a dos razones. O no hay antecedentes sólidos para emprender esa tarea, o bien, alguien desde las altas esferas del Gobierno protege al alcalde.
Dentro del simbolismo de la política que no es caso menor, la forma del apoyo de Soria al empresario Piñera se dio en una fecha y en un lugar que sintetizan gran parte de la identidad cultural iquiqueña. Se hizo el 21 de diciembre, fecha de la matanza de la escuela Santa María y en el teatro Municipal, el orgullo versallesco de la ciudad. Además, el alcalde se encargó de fijar una vez su posición “Ya no hay izquierda ni derechas”. Y en acto seguido, fiel a su espíritu contradictorio afirma: “Soy socialista desde los 14 años y lo seguiré siendo”. En el libro “Las Venas de mi ira...” profundizo esos y otros aspectos.
La primera semana de enero la ciudad estará llena de inmensos carteles en la que el empresario de la derecha y el alcalde desplagarán sus anchas sonrisas. Iquique será embanderado co esas fotos financiados por el millonario candidato. Y los pobres, los pobres pobres, votarán por él, pensamdo en cambiar su historia.
El 15 de enero la derecha ganará en Iquique, con los votos de Lavín y de Soria. Todo ello obligará a la Concertación a redefinir su relación con el alcalde. Hay que decir que esa relación ha estado marcado por la ambigüedad y la ausencia. De ambigüedad, porque todos sueñan con establecer alianza con el alcalde para que ésta se traduzca en votos. Le sucedió al ex-senador Sergio Bitar. Los resultados están a la vista. La política del “hay que dejarlo tranquilo”, apoyándolo en todo lo que pide: dineros para la Feria China (300 millones de pesos para financiar un desastre a todas luces, para asfaltar el camino Iquique-Colchane, etc). Por otro lado, seguimos mostrando como ciudad pésimos indicadores en la educación municipalizada, etc. De ausencia, en el sentido que el senador Fernando Flores jamás ha tenido una presencia activa en la ciudad (Y se le nombra coordinador regional de la campaña de la Bachelet). Todo ello es para resaltar el hecho de que hace falta un diseño político claro para vincularse con tan huidizo personaje.
El abrazo de Soria con Piñera expresa el carácter del regionalismo de Soria. Un regionalismo instrumental, sin apego a la ética ni menos a la memoria histórica. Un movimiento de carácter familiar compuesto por incondicionales sin derecho al disenso. En fin, un conglomerado que negocia con la derecha que nunca ha sido y será regionalista, una derecha antidemocrática que se niega a apoyar al sistema binominal. La diputada electa Marta Isasi dice hoy en la prensa “El Par no es de izquierda ni de derecha”(La Estrella de Iquique 22 de diciembre de 2005, pp A-5). Me viene a la memoria la frase de Francisco Umbral a propósito de la afirmación del cantante Juanito Valderrama. Este dijo “Soy apolítico”. El genial Umbral le respondió, o sea es de derecha. Otros de los efectos político es que la Alianza ganó una diputada.
El Iquique rojo, el del movimiento obrero organizado y con conciencia de clase, el de las grandes movilizaciones de masas, recibe hoy con el abrazo de Soria y Piñera una estocada en su orgullo. Soria, el nuevo “León de Tarapacá” con su ambición y su chusma inscribe a Iquique en ese lugar que nunca pensó Luis Emilio Recabarren ni Salvador Allende. Y todos tenemos culpa.
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2 comments:
Y colorín colorado. Con Piñera NO se pudo. Tal vez habrá que decirle al Alcalde Soria: ¡Ahora sí que manda el choro! jajaja ... y este cuento se ha acabado... (por 4 años no más)
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